Edward Snowden, el antiguo
empleado de la CIA y colaborador de la Agencia de Seguridad Nacional, ha removido
el gran debate sobre las fronteras de las libertades civiles en el marco de la
cruzada contra el terrorismo de cualquier índole.
Un estudio de Public Policy
Polling solicitado por The Guardian, periódico británico que publicó la
entrevista de Snowden, revela que dos de cada tres estadounidenses creen que es
importante realizar un cambio en la política de espionaje y que un 56 por
ciento solicita que el Congreso se responsabilice de una vigilancia más rigurosa.
Esto explica que varios senadores, incluyendo a dos miembros de la Comisión de
Inteligencia, Mark Udall y Ron Wyden, hayan asegurado que el espionaje norteamericano miente cuando
dice que los programas de marras sirvieron para evitar ataques contra Estados
Unidos.
Lo que hace distinto a Estados
Unidos de algunas otras naciones en lo que se refiere a escándalos de espionaje
–sin ir más lejos Perú, lugar donde recientemente un escándalo de espionaje
contra opositores ha sumido al gobierno en una profunda crisis en estos días-
es la fortaleza de las instituciones. Las informaciones de Snowden han servido
para hacer reaccionar los mecanismos democráticos de tal modo que todos los
implicados están siendo sometidos a profundos interrogatorios y los programas
de espionaje se debaten en una discusión profunda de la que se esperan futuras
reformas.
Pero antes de todo esto la
democracia había participado en el proceso para defenderse de cualquier exceso
de la mano de la libertad de prensa. Cuando se le preguntó a Snowden esta
semana en Hong Kong si era un héroe o un villano, respondió que era “un
americano”. Lo que quería decir es que simplemente es un ciudadano con unas
ideas fuertes sobre lo que está bien y lo que está mal, pero nunca con la
intención de perjudicar a su país. En este sentido, creo que es importante
mencionar que Snowden no ha denunciado espionaje a adversarios del gobierno de
Obama ni tampoco ha revelado que el gobierno norteamericano realice escuchas
telefónicas de sus ciudadanos. Lo que sí que ha asegurado es que el gobierno
tiene acceso al registro de llamados de los clientes de Verizon y a un programa
llamado Prism a través del cual podrían acceder a informaciones sobre
ciudadanos extranjeros y sus comunicaciones.
Snowden ha asegurado que existen
unas 61.000 operaciones de “hackeo” en todo el mundo lideradas por el espionaje
norteamericano y que, en la medida en que la mayor parte de las comunicaciones
del mundo pasan por Estados Unidos por ser la infraestructura de este país la
más avanzada, el acceso del gobierno a la información ha sido a nivel mundial.
Su legalidad ha estado enmarcada
en la Ley Patriota y la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera. Todas las
operaciones han estado bajo supervisión de una corte judicial especial y el
Congreso. Desde 2009, los congresistas han recibido información periódica.
Aunque la legalidad de los programas y lo que indica la versión oficial de la
Agencia de Seguridad Nacional y el FBI no son suficientes para asegurar que se
hayan respetado los límites de lo establecido por la ley y la corte.
Actualmente, a pesar de los
atentados recientes contra la maratón de Boston, parece que la balanza está
inclinada del lado de las libertades civiles: una mayoría ha reaccionado a las
revelaciones de Snowden con alarma ante los alcances del programa y temor de
que se haya cruzado una grave línea ética y legal.
De distinta manera que en otros
países (Perú, Venezuela, etc.), donde las violaciones de la legalidad y la
subordinación de las libertades civiles a las consideraciones de la seguridad
nacional suelen quedar impunes o no provocar cambios, en Estados Unidos casos
como el de Snowden tienen consecuencias. La primera consecuencia es que las
instituciones de la democracia están haciendo su trabajo. La segunda
consecuencia sería el restablecimiento de un cierto sentido del peso relativo
entre seguridad y libertad.
Naturalmente, este debate entre seguridad y libertad condicionado por la tecnología no termina aquí.
3 comentarios:
La verdad que es un tema muy interesante y del que, creo, que sería muy dificil llegar a un consenso.
Da que pensar que la primera economía mundial, que presume siempre de libertad e inicia más de algún conflicto bélico en ara de defender esa libertad, lleve a cabo este tipo de prácticas de espionaje.
La verdad, es que si con ello realmente van a conseguir aumentar la seguridad de sus ciudadanos, viendo que hoy en día todo se hace a través de correos electrónicos, páginas web de afiliación de islamistas, instrucciones de como fabricar bombas, .... pues adelante. Pero la cuestión es de si es necesario tal nivel de espionaje de sus ciudadanos para detectar posibles amenazas.
En cualquier caso, hay que reconocer la gran valía de Snowden, que mejor que nadie, sabría las consecuencias de sus actos. Veremos como acaba este asunto, pero en cualquier caso, el gobierno de EEUU debería crear algún comite u organo que se encargue de regular todo este asunto para lograr cierta transparencia y que aseguro un buen uso de los datos extraidos de ese espionaje.
Estoy completamente de acuerdo con la necesidad de marcar un límite a todas estas intrusiones en las libertades civiles por parte de los Gobiernos, dado que en aras de la seguridad nacional, o de un mayor control del terrorismo o de las amenazas del siglo XXI, no se puede "vender" la parte de privacidad que nos queda. Es evidente que las nuevas tecnologías suponen una oportunidad de oro para las comunicaciones, pero considero que todavía son un diamante en bruto que no sabemos controlar. Es imprescindible que encontremos ese punto en el que se evite que sirva como instrumento para la ilegalidad, pero que mantenga su mayor potencial, que es un uso privado y personal de las mismas.
Además, resulta difícil de creer que todo este control sobre nuestras llamadas o nuestros correos pueda utilizarse en su mayor parte para la seguridad nacional con la cantidad de posibilidades perniciosas que plantea desde un punto de vista político o propagandístico.
En definitiva, me parece que estamos atendiendo a un momento clave en la expansión, y al mismo tiempo, aprendizaje y control de las nuevas tecnologías.
Y creo que el éxito en la gestión de este control y supervisión contribuirá al éxito más absoluto de la tecnología de la información o por contra a una desconfianza tal que relentice este necesario proceso de desarrollo de nuestra sociedad
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